Nadie en casa.
Tengo un pequeño libro negro con mis poemas,
una bolsa con un cepillo de dientes y un peine.
Cuando soy un buen chico, a veces me dan un hueso.
Tengo bandas elásticas como agujetas.
Tengo las manos hinchadas de tristeza.
Trece canales en la tv con porquerías de dónde escoger.
Tengo luz eléctrica
y una segunda visión.
Tengo increíbles poderes de observación.
Y así es como sé,
cuando trato de conectarme,
en el teléfono contigo,
que no habrá nadie en casa.
Tengo el permanente de Hendrix obligatorio,
y las quemaduras inevitables de la aguja,
todo al frente de mi camisa de satín favorita.
Tengo manchas de nicotina en los dedos.
Tengo una cuchara plateada en una cadena.
Tengo un gran piano para vertir mis restos mortales.
Tengo ojos de mirada salvaje,
y tengo la fuerte urgencia de volar,
pero no tengo a dónde volar.
Uh, nena, cuando descuelgo el teléfono,
aún no hay nadie en casa.
Tengo un par de botas de montaña,
y tengo raices que se desvanecen.
Para ti.
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